Los topoi (lugeres comunes) o escenas típicas
forman parte del sistema de composición oral basado en la repetición de
fórmulas. Al igual que la frase formuláica, se trata de otro tipo de repetición
sistemática en donde lo que se repite con regularidad son temas fijos, que
admiten ciertas variaciones con respecto al modelo.
Escenas típicas son los duelos singulares, las
escenas de asambleas, banquetes, libaciones, juramento, las escenas de
embajada, escenas de sueños, etc.
El análisis de las escenas típicas y sus variantes
entre el modelo y entre sí permiten valorar la finalidad que persigue cada una
en un contexto concreto.
(Tetis le pide a Hefesto que fabrique las armas para Aquiles)
LOS HÉROES SE ARMAN PARA LA BATALLA
PARIS, Canto III, v. 328 y ss.
Por su parte, a los hombros se echó las bellas armas
El divino Alejandro, esposo de Helena, de hermosos cabellos.
Primero se colocó alrededor de las pantorrillas las grebas,
Bellas, ajustadas con argénteas tobilleras.
En segundo lugar, alrededor del pecho se puso la coraza
De su hermano Licaón, que había adaptado a su medida.
A los hombros se echó la espada, tachonada con clavos de plata,
Broncínea y, a continuación, el alto y compacto escudo.
Sobre la valiente cabeza caló el bien fabricado morrión
Provisto de crines, cuyo penacho ondeaba terrible en la cimera.
Y cogió la fornida pica, que iba bien ajustada asus palmas.
AGAMENÓN, Canto XI, v. 15 y ss.
El Atrida dio un grito, mandó a los argivos ceñirse
Las armas, y él mismo se revistió con el cegador bronce.
Primero se colocó alrededor de las pantorrillas las grebas
Bellas, ajustadas con argénteas tobilleras.
En segundo lugar, alrededor del pecho se puso la coraza
Que Cíniras le había dado una vez en prueba de hospitalidad (…)
Diez eran las tiras de oscuro esmalte que tenía,
Doce de oro y veinte de estaño.
Serpientes esmaltadas dirigían sus cabezas hacia el cuello,
Tres de cada lado, parecidas a arcoíris que el Cronión
Fija en una nube, prodigio para los míseros humanos.
A los hombros se colgó la espada, en la que clavos
Áureos resplandecían, la vaina que la guardaba
Era argéntea y estaba ajustada a áureos talabartes.
Cogió el impetuoso broquel, que cubre al mortal, elaborado
Con arte, bello, con diez círculos de bronce en su contorno.
En el interior tenía veinte bollones de estaño
Blancos y en el centro de todos uno más de oscuro esmalte.
El broquel estaba coronado por la Górgona, de salvaje aspecto
Y fiera mirada, a la que rodeaban el Terror y la Huida.
De él colgaba un áureo tahalí; sobre su superficie estaba
Enroscada una serpiente esmaltada que tenía tres cabezas
Entrelazadas, nacidas de un único cuello. En la cabeza
Se caló el morrión de doble crestón y cuatro mamelones
Provistos de crines, cuyo penacho ondeaba terrible en la cimera.
Escogió dos fornidas lanzas guarnecidas de bronce,
Afiladas, cuyo bronce despedía un brillo que llegaba lejos
Hasta el cielo. Además, tronaron Atenea y Hera en lo alto
Como honor para el rey de Micenas, rico en oro.
PATROCOLO, Canto XVI, v. 130 y ss.
Así habló, y Patroclo se caló el cegador bronce.
Primero se colocó alrededor de las pantorrillas las grebas,
Bellas, ajustadas con argénteas tobilleras.
En segundo lugar, alrededor del pecho se puso la coraza,
Centelleante como el estrellado cielo, del velocípedo Eácida.
A los hombros se echó la espada, tachonada con clavos de plata,
Broncínea, y, a continuación, el alto y compacto escudo.
Sobre la valiente cabeza se caló el bien fabricado morrión
Provisto de crines, cuyo penacho ondeaba terrible en la cimera,
Y cogió dos fornidas lanzas bien ajustadas a sus palmas.
(Combate singular entre Aquiles y Héctor)
AQUILES, Canto XIX, v. 369 y ss.
Primero se colocó alrededor de las pantorrillas las grebas
Bellas, ajustadas con áureas tobilleras.
En segundo lugar, alrededor del pecho se puso la coraza.
A los hombros se echó la espada, tachonada con clavos de plata,
Broncínea; a continuación cogió el alto y compacto escudo,
Cuyo resplandor llegaba tan lejos como el de la luna.
Como cuando desde el Ponto se les aparece a unos marineros
El destello de un incandescente fuego que arde sobre un monto
En su solitario establo; y contra su voluntad los vendavales
Los arrastran lejos de los suyos sobre el mar, rico en peces;
Así llegaba al éter el resplandor del escudo de Aquiles,
Bello, primoroso. Luego alzó el ponderoso yelmo
Y se lo caló en la cabeza. Como un astro refulgía
El yelmo con su penacho, y ondeaban alrededor las crines
Áureas que Hefesto había apretado hasta formar un crestón.
Aquiles, de la casta de Zeus, se probó las armas, para ver
Si le cuadraban y permitían correr a sus ilustres miembros.
Le sentaban como alas y en volandas al pastor de huestes
Lo elevaban. De un estuche sacó la paterna pica
Pesada, larga y compacta; ningún otro de los aqueos podía
Blandirla..
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